Decir adiós de nuevo
Si has leído mi blog anteriormente ya te habrás enterado de que tengo una hija a la que he dedicado más de una publicación.
Ella es mi tesoro y en una ocasión anterior me tocó despedirla cuando se fue a cursar su último año de secundaria fuera del país.
Decidimos hacerlo de ese modo porque el plan siempre fue que ella se fuera a estudiar al exterior, y terminar la secundaria allá le facilitaba el proceso.
Fue difícil, pero las cosas fueron tomando su curso. Ella se graduó con honores, pero por esas cosas del destino no pudo entrar a la universidad el año pasado, como debió haber sido.
Continuó con sus estudios de música e idiomas, en lo que llegaba el tiempo para solicitar nuevamente registro en la universidad.
En ese ínterin decidió irse donde su padre, quien vive en St. Thomas, una isla del Caribe aún mas pequeña que la nuestra; pues según ella, él podía ayudarla en todo este proceso.
Trabajó varios meses en una cadena de tiendas. Luego yo le pedí que regresara a vivir conmigo mientras esperaba, pues me hacía mucha falta.
Confieso que mi hija y yo tenemos una relación de complicidad increíble. Crecimos juntas, pues la tuve muy joven. Y como fui madre soltera, ella se convirtió en mi todo y yo en el de ella.
Cuando miro a mi madre, que tuvo cinco hijas (si, todas mujeres), se me dificulta creer que en verdad se pueda querer a cada hijo por igual.
Yo no me imagino cómo yo podría querer a dos o tres niños como yo quiero a mi hija Chelsea. Y más aún, a cinco, como en el caso de mi madre.
Cómo puede un corazón ser tan grande y querer a tanta gente. Acoger tanto sentimiento, sentido de protección y a veces miedo. Porque las madres tememos constantemente por lo que pueda ocurrir a nuestros hijos y oramos a Dios para que los cuide.
En lo que respecta a mi hija, finalmente ya todo el proceso ha culminado. La próxima semana inicia la universidad y definitivamente se va a estudiar fuera del país.
Chelsea siempre tuvo claro lo que quería en la vida. Lo expresó a los siete años. Dijo que sería una artista. Y hasta el día de hoy no ha cambiado de opinión. Y todas sus actividades extracurriculares fueron desarrolladas en torno a ese gran objetivo.
Se va llena de sueños, esperanzas y también de miedos. Pero tiene sus metas claras, y sé en el fondo de mi corazón que cosechará muchos éxitos.
Sé que vendrá de visita. Sé que yo la visitaré mucho. Pero también sé que no volverá nunca más para quedarse.
Decirle adiós de nuevo a mi única hija, aunque en el fondo sea solo un hasta luego, es difícil. Duele. Da miedo. Para mi, ella todavia es pequeña. Solo tiene 18 años y va a enfrentarse a todo un mundo misterioso, peligros, pero también lleno de nuevas experiencias, oportunidades y cosas buenas.
Como madre me resultaría mucho mas fácil no dejarla crecer, cortar sus alas y mantenerla a mi lado para sentirme plena en mi faceta maternal. Pero sería muy egoísta de mi parte no dejarla volar. No permitir que desarrolle su pleno potencial bajo el pretexto de querer protegerla.
Los hijos son prestados. Pero lo significativo de todo esto es que es un vínculo que no se rompe nunca.
Mi hija siempre será mi hija. Yo siempre seré su madre y ella siempre será mi más grande tesoro.
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