Viaje tras la busqueda del amor
Saliendo desde Miami, regresando a Santo Domingo, pasé por puerta de abordaje de un vuelo con destino a Buenos Aires.
De repente, me golpearon los recuerdos de las travesías de nueve, diez y hasta mayor cantidad de horas de viaje, algunas de las cuales llegué a preguntarme que diablos buscaba atravesando medio mundo.
También recordé otros tantos viajes que había realizado a lo largo de mi vida, buscando lo que creía en ese entonces que era el amor. Trasladándome al encuentro con alguien que creía que me amaba o a quien creía amar.
Procurando ese confort y esa aceptación que entendia que me hacían falta que me proveyera alguien más. Tratando de sostener relaciones a distancia que se nutrían de llamadas telefónicas, encuentros a intérvalos, y largas conversaciones a través del chat.
Esas reuniones esperadas, planificadas, añoradas en los cuales me encontraba con unos brazos amorosos.
Se agolparon tantos sentimientos dentro de mí en un momento de iluminación que resulta difícil describir. Y de manera automática comenzaron a brotar lagrimas de mis ojos. No podía parar de llorar aunque me daba vergüenza que la gente a mi alrededor me viera así.
Era como si un torrente interior necesitara desbordares para limpiar mi corazón de los vestigios que aún quedaban dentro.
Esto me sorprendió porque sabía que hacia tiempo había sanado. Pero al parece me faltaba incorporar una valiosa lección que me haría más sabia y más fuerte. Fue como si entendiera de golpe algo que la experiencia me había enseñado, pero que mi conciencia quizás todavía no había acuñado.
Recordé también las veces que viajé a otros destinos en busca de lo mismo. Transportándome como loca de un lugar a otro cual enfermo que procura sin descanso su medicina.
Y muchos de esos viajes no siempre requirieron de tomar un avión. Algunos simplemente consistieron en abandonarme a mí misma y sucumbir a la voluntad de otros. O aceptar ser tratada de un modo diferente al que merecía, tratando de conseguir la aceptación y la aprobación que yo misma no me proporcionaba.
Fue chocante darme cuenta de todas las cosas que he hecho tratando de conseguir el llamado amor verdadero. Y eso me hizo sentir tan triste.
Me figuré como la caricatura de un pirata que surca los mares en busca de un tesoro perdido. Y caí en cuenta que yo he buscando el amor en tantos lugares sin haberlo encontrado.
Se me ocurrió que quizás mi búsqueda había estado errada desde el principio. Que debía dejar de buscar que otro me proporcionara el amor que yo deseaba.
Que lo que me hacía falta era comenzar a buscarlo dentro de mí misma. Que si comenzaba a quererme yo un poco más podría atraer aquello que tanto deseaba.
Y en ese momento decidí comenzar una nueva travesía. Un viaje a mi interior para encontrar eso que tanto anhelo y que muy probablemente este dentro de mí.
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