Ser o parecer, ese es el dilema
“La literatura light, como el cine light y el arte light, da la impresión cómoda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno, y de estar a la vanguardia, con un mínimo esfuerzo intelectual. De este modo, esa cultura que se pretende avanzada y rupturista, en verdad propaga el conformismo a través de sus manifestaciones peores: la complacencia y la autosatisfacción.
En la civilización de nuestros días es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen buena parte de las secciones dedicadas a la cultura y que los «chefs» y los «modistos» y «modistas» tengan ahora el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos. Los hornillos, los fogones y las pasarelas se confunden dentro de las coordenadas culturales de la época con los libros, los conciertos, los laboratorios y las óperas, así como las estrellas de la televisión y los grandes futbolistas ejercen sobre las costumbres, los gustos y las modas la influencia que antes tenían los profesores, los pensadores y (antes todavía) los teólogos.”.Extracto del libro La Civilización del Espectáculo de Mario Vargas Llosa.
Esta larga cita del libro de Mario Vargas Llosa, viene a confirmar algo que hace tiempo viene dando vueltas en mi cabeza: Da la impresión de que en estos tiempos es más importante parecer que ser.
La superficialidad y las frivolidades están tan altamente valoradas que cada vez más personas son propensas a sacrificar sus valores morales a cambio de dinero.
Como he comentado en otros de mis escritos, la inmediatez y la necesidad de parecer ser ricos (en lugar de trabajar para serlos para luego tener este estilo de vida), empujan a muchos a comprometer su futuro a “cómodas cuotas”. Comprando cosas que no están a su alcance y condenándose por la eternidad a vivir del crédito.
Es tan notable la impaciencia por la complacencia y la autosatisfacción, como menciona Vargas Llosa, que al final la calidad de vida de estas personas se ve profundamente corroída, al contraer compromisos morales y económicos que son incapaces de sobrellevar.
Y peor aún, inculcan en sus hijos esas mismas prácticas, enseñándoles a valorar por las marcas, las apariencias y los símbolos de éxito. Condenándolos a ser víctimas del consumismo.
Yo creo en el equilibrio. Disfruto de las cosas materiales igual que todos. En lo que difiero es en que estas cosas lleguen a ser más apreciadas que la esencia del ser humano.
Que sea más importante la marca de automóvil que maneja una persona, el tamaño y la ubicación de su casa y la ropa que usa, que su calidad de ser humano y sus cualidades.
Al punto que, a sabiendas de esto muchos se valen de ardides para engañar. Dan la apariencia de ser acaudalados por un tiempo y luego usan tretas para estafar. Y la gente cae movida solo por apariencias.
Qué fácil debe resultar para aquellos que manejan la opinión pública distraer a la gente de lo que realmente es importante, cuando los vestidos y joyas utilizadas por las estrellas de cine en una premiación ocupan los lugares más importantes de las noticias.
Y tú, ¿qué piensas? ¿Es más importante ser o parecer? Dame tus comentarios.
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