Nostalgia por los viejos tiempos

By Published On: 15 de marzo de 2013Categories: Personal

El otro día estaba viendo la película Medianoche en París (Midnight in Paris) de Woody Allen por centésima vez, y es increíble como no deja de fascinarme.

Fue precisamente esta película la que me hizo prestar real atención a las obras de este director, cuyo estilo de vida puede resultar cuestionable para la mayoría, pero cuyo genio cinematográfico es indudable.
Aún no tengo el placer de conocer la ciudad de París personalmente, y de seguro, cuando tenga la oportunidad de hacerlo, me aseguraré de visitar muchos de los lugares reseñados en este filme.
París me parece una ciudad fascinante, vibrante, soñada. Y todo aquel que conozco y que la ha visitado, no dice otra cosa que maravillas acerca de ella.
Además de los hermosos paisajes, la bella fotografía, los diálogos inteligentes y graciosos y las situaciones alocadas que caracterizan las películas de Woody Allen, Midnight in Paris (me siento mas fiel llamándola por el título original), habla de la nostalgia del pasado de una manera tan sutil y clara, que para mí fue una verdadera revelación.
El protagonista es un escritor que no termina su primer libro, el cual tiene demasiado tiempo escribiendo. Y vive añorando los viejos tiempos. Emula a los grandes artistas que coincidieron en una época en esa maravillosa ciudad: Picasso, Hemingway, Dalí y muchos.
Para deleite de este escritor amateur, en un inexplicable vuelco del destino, viaja en el tiempo teniendo la oportunidad de conocer a todos esos grandes. Solo para que, poco tiempo después, la historia dé un giro. Y una hermosa artista de la que se enamoró, la cual si habita en esa época que él considera idónea, desea vivir en otra.
Y es así, como se pone de manifiesto que muchas veces suspiramos por esos viejos tiempos en los que las cosas eran mejores. Una necia manera de vivir, pues nos mortificamos queriendo atesorar aquello que ya no está.
Pasa con los padres y madres  al ver crecer a sus hijos, anticipando su partida del hogar y deseando que continúen siendo esos pequeñitos para los cuales eran los más grandes héroes y de quienes dependían.
Al jubilado que tuvo su época dorada en la que fue un hombre importante, cuyas decisiones impactaban la vida de muchos y que ahora no se acostumbra a la vida pausada y la quietud del anonimato.
Cuántos no hemos sido asaltados por los recuerdos de amores pasados, cuestionándonos lo que pudo haber sido y no fue.
Se me ocurre, que idealizar esos tiempos pasados, que por momentos nos parecen mejores, es un escape emocional que creamos para de algún modo consolarnos diciéndonos que así como hubo tiempos placenteros y felices, posiblemente los habrá nuevamente.
Sacar la realidad de contexto, recordando solo aquellas cosas que a las que les damos la categoría de buenas, tiempo después que ocurrieron, es un mecanismo de defensa. Un modo de viajar al pasado, a momentos en los que nos considerábamos más felices, más plenos, más libres, más amados…
Darnos la licencia de recordar y añorar, es válido, siempre y cuando no implique quedarnos enfrascados en el pasado. Pero ningún tiempo es como el presente, pues es lo único con lo que en realidad contamos.

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