Nora la Saboteadora

By Published On: 19 de agosto de 2012Categories: Personal

La Generación de las Mujeres Tristes se trata de una serie de relatos acerca de mujeres reales y actuales.

El titulo podría sugerir historias depresivas, pero no necesariamente es así. Se sorprenderán ver que dentro de un grupo de historias que podrían en inicios no resultar prometedoras, podrán descubrir aspectos humanos y facetas interesantes de este grupo de mujeres.

Aquí les comparto el primero:

Norah, la Saboteadora

Cuento su historia, porque puede ser la misma de muchas otras mujeres que ni siquiera se han percatado de ello. La cuento, porque me toco profundamente y me hizo cuestionarme respecto a mi misma y a muchas decisiones que he tomado en mi vida.

No niego que su pelo alborotado y su ensimismamiento, ligado con el humo del cigarrillo, los tragos de vodka a la roca y el ambiente enrarecido del pub donde me la conto, añadieron cierto misticismo a toda la situación.

Me pareció novelesco, inverosímil, envuelto en un raro humor negro que pocos disfrutan y entienden. Pero su relato era honesto, sincero, desnudo. Parecido a esas introspecciones en voz alta que a veces yo misma hago solo cuando converso con gente merecedora de toda mi confianza, la cuales debo confesar que son pocas.

Y este no era el caso. A Norah apenas la conocía. Habíamos compartido unas cuantas veces. Siempre me pareció un tanto excéntrica, teatral y dramática.Quizás si hubiera nacido en otras latitudes y se hubiese dedicado de modo fehaciente, pudiera haber sido una famosa actriz de novela o una de esas artistas que te dan la impresión de que todo el tiempo están a bordo del suicidio.

Siempre vestida de negro, con una expresión un tanto desconectada, sorprendía con su inteligencia, sencillez y accesibilidad al momento de conversar con ella. Un fuerte contrate con la persona que parecía a primera vista.

Su tez blanca como leche, su pelo corto, riso y alborotado; sus manos siempre en movimiento cuando hablaban, eran características que a todos llamaban la atención.

Esa tarde noche, se congrego el pequeño grupo de costumbre. Pero fueron desertando a medida que los temas se fueron haciendo menos populares y la cantidad de tragos en el haber de cada uno fueron aumentando.

Yo continuaba con la misma copa de vino tinto aun por la mitad con la que había iniciado desde que llegue. Ahora que lo pienso, parece que estaba muy entretenida con la cháchara y no sentí la necesidad de embriagarme para combatir el aburrimiento.

Por alguna razón no deserte con los demás y quedamos solo Norah y yo. Conversando de a momentos de temas sin importancia.

Y cuando ya casi me estaba preparando para marcharme, dijo algo que capto totalmente mi atención: “Imagino que debe haber diferentes tipos de masoquismos. Pero el mío, sin duda alguna, debe ser uno de los más crueles que existen”. Lo dijo con la mirada distante. Como si lo hubiese dicho para sí misma.

Se notaba en su cara un dejo de iluminación. Como si ese momento hubiese sido la culminación de un largo periodo de introspección en búsqueda de respuestas a enigmas muy antiguos, muy personales.“¿Cómo explicarlo?, continuo.”.

Yo me quede impávida, cavilante. Más que buscando respuestas, tratando de decidir si interrumpir o no ese trance en el que parecía haberse sumergido.

Y antes de que yo pudiera articular alguna palabra, continuo: “¿Alguna vez has visto a una persona con sobrepeso que jura querer adelgazar pero que no para de comer? ¿Qué hay del estudiante indisciplinado que jura que daría todo por aprobar una materia a la que no dedica ni un minuto a estudiar? Pues bien, esos saboteadores son nada comparados conmigo. ¿Mi especialidad? Las relaciones amorosas”.

Nuevamente hubo un espacio de silencio. Me quede pensando a donde quería llegar. Lo único que pude balbucear un tanto confundida e intrigada fue un “¿a que te refieres?”.Creo que ni se percato de lo que dije. De hecho, estoy convencida de que no hubiese importado que yo estuviese o no ahí, ella habría continuado.

La conversación ya se había convertido en monologo y fue cuando decidí no volver a decir nada hasta llegado el momento. Aprovecho la pausa para encender otro cigarrillo. Tomarse otro trago y continuo diciendo: “Todos los días le pido a Dios que me mande a mi compañero, ese hombre maravilloso con quien voy a pasar el resto de mi vida, que estará a mi lado en las buenas y en las malas y con quien podre tener un bebe antes de que mi reloj biológico se detenga.¿Pero qué hago? Me involucro que cualquier relación sentimental que no tenga ni la más remota posibilidad de concretizarse.

Es como una cruzada, como la búsqueda del tesoro con un mapa escrito en un lenguaje antiguo que no entiendo. Y lo hago convencida de que esta vez sí será. Que mi romeo franqueara todas las barreras para estar conmigo en nombre del amor eterno.Y como siempre, termino desgarrada, abatida, dolida, cansada, triste y hastiada. Y el único logro obtenido es el resultado que se podía anticipar a simple vista: el fracaso. Lo peor del caso es que no me estoy haciendo más joven.

Estoy a punto de cumplir 40, en una sociedad en la cual una mujer es mal vista después de los 30. Donde los hombres se divorcian y se casan con mujeres 15 y 20 años menores que las esposas que dejaron y los jóvenes utilizan el calificativo de “abuela” o “vegetal” al referirse a una mujer de mediana edad, no importa lo bien conservada y forma que este.

Me quede perpleja antes sus palabras y al percatarme de que sus inquietudes eran comunes en un grupo cada vez más creciente de mujeres exitosas que están solas.

Ella continúo mirando al vacio y yo continué escuchando.“La pregunta del millón es: ¿por qué me he convertido en una saboteadora profesional? Todavía no he podido averiguar la razón por la cual de alguna manera me las he ingeniado para evitar lograr lo que digo que mas anhelo. Y en verdad lo deseo. Es mi sueño más grande formar una familia, y vivir bajo el mismo techo con mi amante esposo.A muchos les sorprendería saber que esto me inquieta, me asusta. Que tengo intereses mayores que lo profesional, los logros, el arte, socializar …

Mirando hacia atrás y analizando las elecciones que he hecho en mi vida, me doy cuenta de que estuve más interesada en el romance y el drama que en una relación seria. Muy digno de quien yo soy, muchos dirían.”.

Hice una mueca a modo de sonrisa para parecer consentir con lo que decía, pero más bien quería llegar al fondo del asunto, completamente cautivada por esta confesión sin precedentes.Hizo una pausa más larga que las anteriores. Y comencé a preguntarme si debía o no decir algo. Pero afortunadamente parece que encontró en su repertorio las palabras que buscaba, y continúo hablando.

“Los hombres que podían ofrecerme una relación estable me parecían aburridos y sin gracia. Sin embargo, los chicos malos me resultaban excitantes. Esos que me envolvían en una burbuja de sensaciones fuertes, movían el suelo debajo de mis pies y que me quitaban la respiración eran los que merecían mi atención.Sin embargo, con el tiempo he comprobado que esos hombres que estremecían mi mundo, esas relaciones que me enloquecían, no eran duraderas.De hecho, todas terminaron con el mismo drama que comenzaron o quizás con una dosis mayor y me han dejado destrozada una y otra vez.

A pesar de que he dicho repetidas veces lo bueno que es tener experiencia y conocer diferentes tipos de hombres, en el fondo, envidio a esas mujeres que tuvieron uno o dos novios y se casaron y han pasado toda su vida en la misma relación. Ellas no se imaginan el desgaste emocional que se han ahorrado.

A mi entender, no hay nada mas desgastante y pocas cosas te dejan tan exhausta que iniciar y terminar una relación y luego curarte e iniciar otra y así sucesivamente.”.

Tuve que asentir con ella. Y sin saber por qué sentir el impulso de terminar de golpe la copa de vino que tenia al frente y hacerle seña al mesero para que trajera otra.

Me sentía como sumida en un trance.Ella continuaba con la mirada perdida, en su proceso de introspección y su monologo.

“He pasado de la amargura al cinismo, del cinismo a la desesperanza, de la desesperanza a la desesperación, luego al cansancio y he llegado al punto que solo sé que no sé nada.

Se supone que el tiempo te hace más sabia y creo que he aprendido algunas cosas. Una de ellas es que las relaciones a distancia no funcionan, desgastan y dan más momentos de tristeza que de alegría, no importa cuán intensos sean los momentos alegres.Al final, las lágrimas arrojan un balance mayor.

Que los hombres nunca dejan a sus esposas y familia, no importa cuán enamorados digan que están de ti. No importa que tan intensos sean los momentos que pasen juntos, siempre regresaran a su hogar. Las historias que hayas oído por ahí son simplemente las excepciones que confirman la regla.

Que aunque es cierto que en todas las relaciones hay que hacer concesiones, no vale la pena cambiar tu vida, tus convicciones, abandonar tus amistades, tus pasatiempos y tu estilo de vida por ningún hombre. Al final terminaras mas sola, mas frustrada y sin el sapo que no lograste que se convirtiera en príncipe.”.

Me sorprendió el cambio del tono en la conversación y la descarga de amargura. Di un sorbo a mi nueva copa de vino y continué escuchando.

«Creo que en gran parte la culpa de esas ideas románticas que tenemos muchas mujeres se origina en los famosos cuentos de hadas. Imagínate que mi favorito es el de Cenicienta.”.

Sonrió sínicamente. Apago el cigarrillo que aun tenía en la mano y que estaba hecho casi todo cenizas. Y continuo expresando: “Inconscientemente siempre quise ser rescatada y amada incondicionalmente hasta el fin de mis días. Y creo que ese mismo sueño de cuento de hadas es lo que me ha hecho rechazar la posibilidad de una vida monótona y aburrida, sin romance, sin pasión arrebatadora, sin drama.

Nunca me imagine rodeada de niños llorando y un esposo que llega cansado del trabajo y se sienta frente a un televisor que le resulte más atractivo e interesante que yo.Nunca me imagine soportando las miserias de nadie, ni lavando ropa sucia ni lidiando con familiares irritantes.

Siempre pensé en los viajes, en el súper sexo excitante, en las salidas espectaculares en las pasiones fuertes y el romance inagotable.He tenido mi dosis, pero en verdad estoy cansada y no sé por dónde empezar para encontrar ese hombre perfecto que además de compartir todas esas emociones conmigo, también me crea merecedora de compartir su vida.”.

De repente, su expresión cambio. Parecía más bien triste. Yo me quede perpleja y callada.“Espero que la vida sea benevolente conmigo y me permita lograr eso que tanto anhelo por encima de mi capacidad de sabotearme. La posibilidad de que eso suceda es una de las razones por las que me levanto en las mañanas al inicio de cada día.”.

En ese momento rodo una fría lágrima por su cara. Ello hizo todo lo posible para disimularlo y yo baje la cabeza para aminorar su pena.

“Pero ya esta bueno de lamentaciones, me dijo”. Se paro súbitamente del asiento. Tomo su cartera, y me planto un beso frio en la mejilla a modo de despedida.

Yo apenas pude articular palabra y me quede sembrada en mi asiento, mirándola alejarse, impávida, sin defensas.

Pedí la cuenta y me fui a mi casa. Sus palabras de dolor y tristeza y ansiedad daban vueltas en mi cabeza.Me pareció paradójico que ante todo lo que las mujeres hemos logrado en este último siglo, una gran parte nos sintiéramos incapaces de sentirnos amadas y deseadas después de los 30. Que muchas hayamos sacrificado la familia y el matrimonio por logros profesionales, para luego terminar siendo exitosas e infelices.

Luego de esa noche, he tenido pocas oportunidades de compartir con Norah nuevamente. No creo que ella me evite a propósito, si no que aun no sale de su asombro por el hecho de haberse revelado ante mi tan vulnerable y haber comprometido su imagen de mujer fuerte, despreocupada y todo poderosa.

No sé cómo hacer para dejarle saber que su secreto está a salvo conmigo. Pero debo confesar que la veo de manera más compasiva y humana después de esa noche.

Es increíble todo lo que muchas veces se esconde detrás de las corazas, de las imágenes parapetadas que los seres humanos nos construimos.

Ojala algún día sea yo quien pueda compartir con ella muchas de las inquietudes que llevo dentro.

Mientras tanto, me quedo callada cuando surge uno que otro comentario respecto a las excentricidades de Norah.

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