Mi viaje de Año Nuevo – parte 2

By Published On: 22 de enero de 2014Categories: Personal

legamos la noche del 3 de enero a Bogotá, ciudad que habíamos visitamos hace tres años y disfrutamos muchísimo.

Chelsea y yo en el Aeropuerto Las Americas antes de salir del pais.

La vez anterior vinimos en Semana Santa y nos encantó la vibra cosmopolita de la ciudad.

No vimos mucho esa noche. Estábamos cansadas y decididas a dormir para salir con mucho ánimo al día siguiente.

Me sorprendió lo apartado que estaba el hotel en el que nos acomodaron.

No fue hasta entonces que evalué en su justa media el hecho de que no me tomé el tiempo para verificar la ubicación de los hoteles que me programó la agencia.

En el Restaurante Luna de la Zona Rosa, Bogota.

«Craso error», dije para mis adentros.

La vez anterior nos quedamos en un hotel ubicado a pocos metros de la Zona Rosa, lugar donde están muchos de los bares y restaurantes de moda de Bogotá, y uno de los centros comerciales más importantes.Esta vez nos pusieron en un lindo hotel boutique, pero muy apartado.

Me gusta hospedarme cerca de donde esta la acción. Poder caminar por el centro y demás.Para nuestra suerte, uno de nuestros amigos nos pasó el contacto de un taxista que nos movilizaba a todas partes por una tarifa razonable. Así evitamos tomar taxis al azar.

Teníamos un solo día completo en Bogotá, pues al día siguiente salíamos a Medellín, la ciudad que ansiaba conocer por todos los excelentes pronósticos que había escuchado.

Antes de salir del hotel, fuimos a desayunar. Y para nuestra sorpresa no estaba el desayuno buffet que imaginamos.La joven que nos atendió nos explicó que como habían pocos huespedes, podíamos pedir el desayuno a la carta.

Toda una experiencia. Chelsea y yo nos moríamos de la risa, porque ella insistía en ofrecernos «caldo de costilla» y  «tamalitos calentados». Nos limitamos a decirle que no y reirnos hasta más no poder.

Nuestra intención estaba lejos de hacerla sentir molesta. No conocíamos esos platos, que imaginamos criollos, pero sus nombres no invitaban a tomarlos en el desayuno.

La chica era muy amable, pero no era la más diestra en su trabajo, por lo que pudimos percibir.

Chelsea en la Zona Rosa.

Nos debatíamos entre ir a visitar la mina de sal, la cual no me alcanzamos a conocer en mi viaje anterior, o simplemente caminar por la Zona Rosa, ir al centro comercial y disfrutar de un día tranquilo y relajado en la ciudad.
Finalmente optamos por la segunda opción y lo disfrutamos mucho.

Almorzamos en un excelente restaurante italiano llamado Luna. La atención fue excelente y la comida exquisita.

Algo que debo resaltar de Bogotá y las demás ciudades de Colombia que he tenido la oportunidad de visitar,  es la magnifica iluminación con motivos navideños.Es el mayor despliegue de luces que he presenciado en esta época. Y casi se me cae la quijada cuando un nativo me dijo que se ha reducido mucho por temas económicos.

En el Restaurante 1492 de la Zona Rosa.

Solo atiné a preguntar si era posible que la iluminaran aún más.

Esa noche buscamos infructuosamente el restaurante Harry Sasson en la Zona Rosa, pues nos gustó mucho la vez anterior.  Nos llevaron a dos restaurantes de este conocido chef colombiano. Pero ninguno era el que recordábamos del  viaje anterior.

Luego nos enteramos que ese en particular lo habían cerrado. Y terminamos cenando decepcionadas en el Restaurante 1492.

Chelsea en la Zona Rosa de noche

No nos gustó la comida. Pienso que más que todo, por que no obtuvimos la experiencia que estábamos añorando. Ese restaurante hermoso de comida internacional del que disfrutamos la vez anterior.

En general, me gustó más Bogotá en el viaje anterior. Sigue siendo linda, pero no fue la mejor temporada para visitarla.

Me enteré de que se queda muy sola para las fiestas navideñas, porque es una ciudad de inmigrantes. Que mucha gente viene a trabajar y aprovecha los feriados para ir a ver sus familias.

Que la gente migra a las ciudades costeras para disfrutar del calorcito y alejarse un poco del frío.

Que el gran flujo de turismo de negocio cesa durante la temporada y que la ocupación de los hoteles de noviembre a principios de enero es bajísima.

Eso merma la vibra cosmopólita que me gusta de esta urbe. E hizo una gran diferencia en esta ocasión.

Al día siguiente salimos camino a Medellín, esperanzadas de que fuera todo aquello que nos habian contado.

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