Mi Viaje de Año Nuevo – parte 1
En lugar de irme para fin de año, esta vez decidí irme a principio. Solo viajamos Chelsea y yo.
Nos dirigimos al Aeropuerto Las América y luego de hacer todo el proceso de aduana, nos sentamos cerca de la puerta de salida a esperar abordar.
Se suponía que el vuelo salía a las 6:45 p.m., por lo que nos sorprendió que a las 6:00 p.m. todavía no hicieran ningún anuncio.
Me acerqué al mostrador y le pregunté al oficial de servicio si el vuelo estaba retrasado, a lo que me respondió con un gesto que no logré descifrar.
Otro cliente, que al parecer también estaba buscando información, me dijo que el avión acababa de llegar y que, por lo visto, el vuelo estaba retrasado. Miré a la oficial de servicio buscando algún tipo de confirmación. Pero ella no refutó lo que dijo el cliente, por lo que tome sus palabras como buenas y válidas.
Estaba hambrienta, y dada la situación, decidimos comer algo antes de abordar. Nos sentamos en un lugar a pocos metros de la salida, esperando que anunciaran que debíamos comenzar el abordaje.
Se me hizo raro que pasó más de media hora y no escuchamos nada, por lo que me dispuse a ir a preguntar nuevamente sobre el estatus de nuestro vuelo.
Chelsea me interrumpió y me dijo que no, que ella iría. Y yo me quedé tranquila terminando de comer.
A los pocos minutos una pálida Chelsea se acerco a mí, y sin articular bien las palabras me dijo que el vuelo había despegado y que lo habíamos perdido.
Pensé que estaba bromeando, pero su semblante encajaba perfectamente con lo que me estaba diciendo. Me quedé impávida.
Le encargué pagar la cuenta para ir yo a constatar lo que me había dicho. Solo para confirmar que era cierto.
El personal de la aerolínea me dijo que hicieron varios anuncios. Que incluso alguien había ido al lugar donde estabamos para informar que el avión estaba a punto de despegar.
Aún ahora no logro entender cómo no escuchamos ninguno de esos llamados, estando tan cerca de la puerta de salida. Fue algo absurdo.
Escuché vagamente las instrucciones que me dieron acerca del proceso a seguir para poder salir al día siguiente, y como una autómata lo agoté.
Chelsea estaba muy molesta por el modo tan tranquilo que yo había tomado las cosas. A mí solo se me ocurrió pensar que si Dios permitió que perdiéramos ese vuelo de manera tan tonta era porque no nos convenía irnos ese día.
Nos tocó regresar a la casa en taxi (experiencia que debo confesar no disfruto mucho), y repetir el mismo proceso al día siguiente.
Nuevamente llegamos temprano, hicimos el proceso aduanal correspondiente. Solo que esta vez estuvimos sentadas frente al mostrador de la puerta de salida todo el tiempo. Muy atentas hasta abordar el avión.
Los chicos de Avianca que ya conocían nuestro caso fueron muy amables con nosotras, facilitándonos el proceso.
De todos modos, no logré evitar la tentacion de dejarles saber que al igual que el día anterior, nunca escuché anuncio alguno.
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