La historia de Rosalía
De la serie La Generacion de las Mujeres Tristes, la entrega denominada LA HISTORIA DE ROSALIA.
Como es posible? Se preguntaba. Soy una mujer fuerte, profesional, independiente, decía mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas y sostenía su cara entre ambas manos.
No te preocupes, Rosalía, le decía su amiga, tratando de consolarla. Sin saber que hacer para lograrlo y maldiciendo para sus adentros al desgraciado del marido.
Como Ernesto me hizo algo como esto, Catalina? Le decía Rosalía entre sollozos. Tratando de hacerse entender, pero manteniendo la voz controlada para que las personas de las mesas contiguas no escucharan. Estaban en ese cafecito del centro donde solían juntarse para compartir las penas y alegrías. Un lugar chiquito y acogedor, pero cuyo tamaño representaba un reto cuando se trataban temas delicados, pues todos quedaban cerca.
Rosalía, una mujer de piel muy blanca, pelo ondulado y ojos negros saltones y expresivos, se había convertido en una exitosa mujer de negocios. Madre de dos hijos y casada con Ernesto durante 7 años, este era su segundo matrimonio.
Ella y Catalina eran amigas desde la escuela secundaria y se apoyaban mutuamente en todo. Su amistad creció entre noviazgos, rupturas, divorcios, nacimientos, bautizos, cumpleaños y velorios. Esas cosas que hacen que las relaciones se fortalezcan a través de los anos.
A Catalina siempre le gusto la relación de Rosalía y Ernesto, a pesar de que muchos objetaban la diferencia económica y profesional. Sobre todo porque entendía que Ernesto había llegado en el momento adecuado, que le daba equilibrio a su amiga y por lo buen padre en el que se había convertido. Por eso esta tan enojada y tan extrañada con lo que ocurría.
Ernesto, un hombre alto, fornido y varonil. Algo tosco a la vista de algunos. Se caso con su novia de secundaria poco después de graduarse de bachiller. Su matrimonio duro menos que su noviazgo y se divorcio cuando el apenas tenia 22 años. No tuvo hijos. Y luego de eso vivió una intensa soltería hasta que conoció a Rosalía 8 años atrás, cuando ya tenía 33.
Por su parte, Rosalía tuvo a su primer hijo a los 23 años. Se caso embarazada y al tercer año de matrimonio tuvo a su segunda hija. Para ese entonces, ya la relación iba decayendo, por lo que decidió no parir más. Se divorcio a los 27. Y tuvo un par de relaciones infructuosas, hasta que conoció a Ernesto, con quien se caso 8 meses después.
A Rosalía le encantaba lo macho que lucia Ernesto. Encontraba cierto encanto en su rudeza, que mezclada con su aguda inteligencia resultaba un hombre enigmático e interesante.
Eran muy distintos, les gustaban cosas diferentes. Pero lejos de verlo como trabas, entendía que estas diferencias los complementaban. Que hacia su relación más rica e interesante.
Se envolvieron en una pasión loca. Compartían cierta complicidad que solo los enamorados entienden. Y ambos sentían que su relación era diferente a todas las que habían experimentado antes. Se entendían fuera y dentro de la cama. Conversaban por horas de todos los temas habidos y por haber. Atesoraban cada momento que pasaban juntos. Y siempre estaban planeando lo próximo que iban a hacer.
Eventualmente, cuando integraron los niños a la dinámica de pareja, todo parecía ir viento en popa. Al punto, que los crías llegaron a identificarse tanto con Ernesto que se convirtió en su figura paterna inmediata.
Todo transcurría divinamente. Sin mayores sobresaltos que los de una familia normal. Pero el desgaste de los años y la convivencia fueron haciendo mella en la relación y ambos fueron descubriendo aspectos de cada uno que no resultaban ya tan atractivos. Los desacuerdos por nimiedades traían discusiones interminables. Se podía sentir el stress en la relación.
Rosalía enfrentaba grandes retos debido a los cambios en la economía para mantener su negocio a flote. Esto se reflejaba en su estado de ánimo, el cual solía descargar en casa, especialmente con su esposo.
Ernesto, por su parte, estaba harto de su trabajo. Odiaba a su jefe y ser asalariado, pero no era el momento para arriesgarse y montar el negocio que quería. Comenzó a comparar su trayectoria con el éxito creciente de su mujer, y sintió su hombría amenazada. Esto hizo que fuera encerrándose en si mismo y abriéndose mas a la bebida.
Pero el día del incidente todo parecía estar bien. Buscando formas de reavivar su relación, decidieron salir a bailar ellos solos y tomarse unos traguitos para relajarse. Pero, los tragos de Ernesto se volvieron muchos, a pesar de que ella trato de controlar su ingesta de alcohol.
Para Rosalía aun no esta claro como sucedió. Ernesto iba manejando claramente borracho, a pesar que ella le rogó que la dejara conducir a ella, pues temía que pudieran sufrir un accidente. De un momento a otro, Ernesto comenzó a insultarla con los mas crudos improperios que jamás había escuchado. Ella lo abofeteo, en un vano intento de hacerlo callar, para que sus sucias palabras dejaran de taladrar sus oídos. A lo que Ernesto respondió con un tirón de pelo, seguido de más insultos y más golpes.
Tan pronto entraron a la casa, ella trato de llamar a la policía, pero el le arrebato el teléfono de las manos, y volvió a golpearla. Rosalía estaba perpleja y aturdida por los golpes. No lograba concatenar los hechos.
Pasaron solo unos segundos, que para ella resultaron interminables, pero tan pronto encontró fuerzas, corrió a la cocina y tomo un cuchillo. Pero no fue capaz de usarlo.
Entre lágrimas, por la impotencia, dolor y la rabia le pidió que la matara. Que ya no quería vivir más, pues no podía con la vergüenza. Se sentía la peor mujer del mundo, que no valía nada.
El trato de estrangularla, pero no tampoco tuvo valor. Ella pensó en quitarse la vida por sus propias manos, pero no sabia como. Estaba muy confundida. Era la agredida, y sin embargo, se sentía culpable, avergonzada, mancillada.
No podía entender como el hombre que supuestamente la amaba y con quien estaba compartiendo su vida estuviera tan lleno de resentimientos y odio hacia ella. Como podía usar la borrachera como excusa para agredirla verbal y físicamente. Algo que probablemente no se atrevería a hacer estando sobrio.
Se preguntaba, que había hecho ella para merecer tanto maltrato. Y por que paradójicamente, dolía más el verbal que el físico.
Si algo tenía claro Rosalía es que no lo perdonaría. Sabía que la violencia es progresiva. Lo había visto a lo largo de su vida. En el lugar donde creció, en su familia. Escuchaba las historias de mujeres golpeadas que se quedaban con sus maridos por los hijos o el estatus social. Y se prometió a si misma que nunca le pasaría.
Debido a los antecedentes, evaluaba concienzudamente a sus parejas, tratando de determinar si el sujeto era o no un abusador en potencial. Y aunque había detectado algunos signos en Ernesto, el nunca había sido abusivo con ella. Nisiquiera en los momentos de mayores desacuerdos.
Por que, Catalina? Preguntaba, Rosalía, llorando ya sin ningún pudor. Había escuchado que esto pasaba hasta en las mejores familias, pero no lo puedo tolerar, decía.
Catalina, perpleja por un lado, y enojada por otro, sabía bien lo que significaba lo que decía su amiga. Otro divorcio, otra ruptura para ella y sus niños, que ya habían adoptado a Ernesto como padre. Pero también estaba consciente de que al abusador no se le puede dar una segunda oportunidad. Por eso muchas mujeres pierden la vida.
Enjugando sus lágrimas y llenándose de valor, con el corazón roto y los brazos amoratados, Rosalía tomo una decisión. Abandonaría a Ernesto y saldría adelante con sus hijos. Ellos no se merecían vivir en un hogar violento y ese era un precio que ella no estaba dispuesta a pagar para llevar un matrimonio de apariencias.
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