Hola, Cuba
Ayer llegamos al aeropuerto justo a tiempo para tomar nuestro vuelo a Cuba, inicio de un viaje que habíamos preparado con mucha anticipación.
Ya en la fila para chequearnos, al ver los papeles me percaté que de en lugar del sábado, como había pensado, nos tocaba salir el domingo.
Tuvimos que devolvernos y regresar hoy nuevamente, agotando la misma rutina de ayer. Solo que esta vez si era el día correcto.
Para nuestra sorpresa, mi hija tuvo que llenar una declaración jurada que le toca a los ciudadanos norteamericanos. Cabe destacar que, a ella le toca la nacionalidad dominicana por derecho, pero por motivos que abarcarían otra publicación, no se ha completado ese trámite.
Eso me disparó todas las alarmas, porque justamente para evitar cualquier inconveniente, hice mi tarea con tiempo, y la información que me dieron fue que, con los nuevos aires de apertura que se respiraban en Cuba, los estadounidenses no tenían ningún problema en visitar el país.
Decidimos viajar por Panamá, aunque esto duplicaba el tiempo de viaje. Pero según nos dijeron, era más atinado, pues la aerolínea nacional solía tener retrasos y nunca resultaba seguro cuando se llegaría a destino.
Afortunadamente no tuvimos ningún inconveniente al llegar a La Habana. De hecho, fueron muy amables con nosotras y eso fue un gran alivio, a decir verdad.
Desde la llegada al aeropuerto pudimos notar la decadencia de la ciudad, dadas las condiciones en que se encontraba el lugar.
Al salir, el sol de la tarde me dio en la cara y sentí el calor caribeño que me es tan familiar.
Al recorrer las calles de La Habana no podia dejar de pensar que la mayoría de las edificaciones de esta ciudad datan de las décadas de los 40 y 50.
Básicamente se trata de una ciudad que otrora estuvo adelantada a su época, pero que se quedó atrapada en el tiempo. Como un viejo monumento al que el óxido y el polvo van opacando.
La arquitectura es hermosa y llama la atención el tránsito de vehículos antiguos, que por milagros de la ingeniería y la ingeniosidad que propicia la necesidad, se mantienen circulando.
La musicalidad de La Habana fue uno de los aspectos que más me enamoró de esta ciudad. La alegría de la gente que sobrevive en situaciones que provocaría el enojo y la inconformidad o los ciudadanos de cualquier otro país, es algo que llamó poderosamente mi atención.
El modo en que los cubanos hacen lo mejor que pueden con lo que tienen, es un ejemplo a emular.
He de confesar que, a pesar de la anticipación que mencioné antes, hubo momentos en loas que me preocupé por la retroalimentación que me dieron algunos conocidos que habían visitado este país antes.
Al final, me alegré de haberme acogido a la idea que tengo de que, cada viaje es una experiencia distinta para cada viajero.
Todavia me queda mucho por ver de Cuba. Pero, lo que he visto hasta ahora, en verdad me ha gustado.
Ya les contaré luego como van yendo las cosas.
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