El efecto cenicienta
Como la mayoría de las niñas de Occidente, crecí escuchando cuentos de hadas tales como La Bella Durmiente, Blanca Nieves y Cenicienta.
Todas estas historias giran alrededor de damiselas sufridas y abandonada que luego son rescatadas por príncipes azules que las sacan de situaciones desastrosas y, mágicamente, en un abrir y cerrar de ojos, hacen que sus vidas se conviertan en un paraíso en el que son “felices para siempre”.
Estas princesas, y muchas otras, quedan descritas como mujeres muy bellas, virtuosas y hogareñas, que nunca engordaron, les salieron canas ni tuvieron varios niños que lloraban mientras ellas hacían los quehaceres el hogar.
Nunca discutieron con sus principes porque llegaron tarde y borrachos un viernes por la noche en andanzas con los amigos. Ni tuvieron situaciones con las cuentas por pagar, porque claro esta, el principe era millonario.
Para colmo, en Latinoamérica el género de telenovelas afectó más aun nuestra percepción de las relaciones amorosas.
Dichas novelas mostraban a la chica del servicio que era maltratada, se enamoraba perdidamente del amo, que le correspondía, pero estaba involucrado con otra malvada mujer que se las ingeniaba para mantenerlo atado.
La criada luego resultaba ser la heredera de la gran fortuna, pero al nacer había sido arrancada del lado de sus padres cuando apenas era una bebé. Toda esta verdad se descubre en la última semana, luego un par de años de capítulos de una hora diaria en la que la protagonista lloraba como una magdalena.
Al final, los malos mueren, la cruel y malvada mujer que con subterfugios mantenía al amo a su lado, se es descubierta y va a la carcel o tambien muere. Aparece una carta que certifica que la criada es la heredera, propiciando que los padres recuperen a su hija perdida. Y la pareja vive junta y son felices para siempre.
Novela tras novela, muestra que el amor sacrificado, complejo y tumultuoso, al final paga con la recompensa de un final feliz.
Sin darnos cuenta, todas estas falacias van formando nuestras expectativas acerca de las relaciones. Al punto que entendemos que el drama debe ser parte de las mismas.
Muchas mujeres nos pasamos la vida esperando al principe azul que nos rescate. Y contamos con una lista de requisitos que entendemos necesitamos que el susodicho cumpla. Y muchas veces parte de esos requisitos es un aval economico que nos garantice cierta estabilidad.
Y sorprendentemente existen algunas, que inclusovsacrifican su integridad emocional y su felicidad. a cambio de los beneficios economicos y de estatus social que dicha relacion pueda brindarles.
Afortunadamente, en la actualidad cada vez más mujeres han despertado y se han dado cuenta de que los príncipes azules no existen. Que no necesitan ser rescatadas. Y que hay más satisfacción en lograr las cosas por cuenta propia sin tener que soportar situaciones desafortunadas a cambio de un supuesto bienestar.
En nuestra sociedad, a veces resulta difícil dejar de lado los paradigmas. A qué edad debemos casarnos, tener hijos, cuantos hijos. Qué requisitos deben cumplir nuestras parejas. Que si deben ser económicamente mas productivos que nosotras, cuall rango de edad que deben tener, etc.
La presión que reciben las mujeres solteras de parte de familiares, amigos y relacionados a veces puede ser mucha.
Pero la experiencia me ha demostrado que lo que funciona para una persona no necesariamente funciona para otra. Y que lo importante tanto en las relaciones, como en los demás aspectos de la vida es procurar nuestra propia felicidad. Pues el que intenta satisfacer a los demás tiene doble motivo de infelicidad, el suyo y el ajeno.
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