Crecer
Cuando mi hija, Chelsea, estaba pequeña, siempre le pedía que no creciera. Ella siempre me respondía con un particular “ay, no!”, porque quería ser grande.
Sabía que por más que yo se lo pidiera y por más que lo añorara, era ley natural que ella creciera. Pero, como madre, sentía que el tiempo transcurría muy rápido y que llegaría el día en el que dejaría de ser su heroína y ella se convertiría en un ser autónomo, que ya no dependería de mí.
Y así somos las madres. Jugamos a ser pequeños dioses que tenemos todo el poder para dirigir la vida de nuestros hijos. Ellos crecen admirándonos, adorándonos, con una total dependencia emocional y física. Los formamos, los dirigimos, esta en nuestro poder decidir que pueden hacer o no. Controlamos sus destinos.
Pero eso es hasta cierta edad. Hasta que ellos tienen la suficiente madurez para tomar sus propias decisiones, para hacer uso de su libre albedrío.
Ya Chelsea cumple 18 años en unos días. Y esa niña juguetona y sabihonda que se colgaba de mi cuello al llegar a la casa gritando “llegó mi mami”, ese ser que me recibía con la expresión de quien ve a la persona más importante de su vida, profesando la más grande de las alegrías, se convierte oficialmente en adulta.
Yo misma no puedo creer que el tiempo haya pasado tan rápido. No se cómo pude lograr un milagro tan grande como procrear a una persona como ella. Cómo pude criarla yo sola y contribuir a que se convirtiera en el ser humano que es.
Pero la verdad es que la niña ya ha crecido. Y siento en mi fuero interno que ambas hemos crecido juntas.
Es lo natural, crecer. Todo aquello que se siembra, se cuida, se alimenta y se abona, no tiene otra opción que hacerlo.
Y así como ella y yo lo hemos hecho, los sueños, los pensamientos, las metas, las acciones que emprendemos cada día y que pavimentan el camino que nos lleva al destino deseado, todo esto crece en la medida en que trabajamos en ello.
Y qué bueno que es así. Nada es estático en esta vida. El cambio es lo único constante y solo aquellos que tienen la sabiduría de adaptarse a ellos, tienen oportunidad de subsistir.
Ni niña cumple 18 años y aun le falta mucho por aprender, mucho camino por recorrer. Solo le pido al Creador que me permita seguir creciendo con ella y que me dé la sabiduría para apoyarla y guiarla en lo que ella necesite para que pueda alcanzar sus más preciados sueños.
Feliz cumpleaños 18, Chelsea.
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