Hasta luego María
María, desde su partida, he sentido su presencia en mi corazón más fuerte que nunca. En gran parte, porque aunque se que esta iluminando el cielo con su luz, el saber que ya no esta físicamente y que ya no podré hablarle, invade de gran tristeza mi corazón.
Muchos no entienden el por qué he sentido tan gran pérdida con su partida. En apariencia, usted fue la madre de alguien a quien quise. La distancia nos separaba y nunca nos conocimos personalmente.
Nadie entiende nuestra complicidad, el cariño mutuo que profesábamos y lo unidas que estábamos por un amor común.
El hecho de que partiera en momentos en que la necesitaba tanto, me hace sentir egoísta y dolida al mismo tiempo. Pero a la vez, hay un dejo de culpa en mi sentir, por la posibilidad de que de algún modo yo haya podido contribuir a la pena que le llevo al lecho del cual no se levantó.
Estas Navidades no han sido las mismas, bajo el manto de su ausencia y el dolor de quienes le quisieron y a quienes les hace tanta falta.
Creo que nunca pudo apreciar en vida, en su justa medida, lo apreciada y querida y necesitada que era.
Sé que nos veremos pronto, María. Que al final de los días, al final del camino volveremos a juntarnos. Sé que es sólo un hasta luego, no un adiós.
Pero por más que quisiera que mis racionamientos me hicieron sentir menos dolor, esta ahí latente. Pidiéndola, añorándola y queriendo poder tomar el teléfono y llamarla. Y sentir ese cariño y ese apoyo que siempre me profesó sin esperar nada a cambio. Con paciencia, oído atento y compasión.
Cuanto quisiera volver a escuchar su sabio consejo de madre que tantas veces me ayudó a sobrepasar situaciones que en su momento pensé no podría superar.
Solo usted y yo sabemos, María, lo que es la incertidumbre de perder a alguien en vida. De no saber su paradero, temer lo peor, y solo poder refugiarnos la una en la otra para consolarnos, apoyarnos y luego alegrarnos de que todo salió bien.
Quizás nunca llegue a entender, María, por que todo tuvo que ser del modo que lo fue. Le he pedido a Dios que me ilumine para aprender la lección que me toca de todo esto.
Pero lo que si sé y por lo que estoy agradecida, es que Dios me permitió que compartiera los últimos seis años de vida de un ángel que conocí en manera improbable, y que me dio amor incondicional. Y ese ángel es usted, María. Dios me la tenga en la gloria.
Hasta luego, María. Hasta luego, amiga.
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