Kobe
Mi vida esta caracterizada porque nada en ella es ordinario.
Dicen que las cosas se parecen a su dueño, y ya hemos visto por ahí mas de una caricatura de animales que se parecen a sus dueños.
Kobe no se parece a mi fisicamente. Es blanco, peludo y menudito. Parecia un peluchito cuando lo compramos en la calle, bajo sospecha de que no fuera el puddle toy que nos prometieron.
Kobe es la causa por la que mis amigas se burlan de mi, debido a que ese animalito me ha dado mas agua de beber que la que mi propia hija.
En su corto tiempo de vida, a Kobe se le ha detectado que sufre de alergias, gastritis y ahora tiene ameba. Y yo, atonita ante esta serie de eventos, no me puedo creer que luego de que ya mi hija es grande e independiente, yo este cuidando a un bebe eterno que nunca va a crecer.
Entre las tantas visicitudes de Kobe, una vez me fui de viaje y lo deje en casa de mi madre. Sucedio que el susodicho se comió algo envenenado. A mami casi le da algo, pues temía que el perro muriera, y que yo pensara que habia sido un descuido suyo.
Pero en verdad, mami se preocupo porque también ama a Kobe y no quiere confesarlo. Al principio protestaba porque es de la creencia de que no esta bien tener un perro cuando se vive en un apartamento. Me decia que como era, que si los pelos, que si lo otro.
La verdad es que ese can tan mimoso y ñoño, que me lame a modo de caricia cuando estoy triste, que salta cual malabarista lleno de alegría cuando llego a casa, me ha robado el corazón.
Yo no entendía el apego de algunas personas con sus mascotas. Pero Don Kobe me ha hecho entenderlo.
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