No todos los caminos conducen a Roma
Contradiciendo el famoso dicho que he escuchado desde pequeña, me parece que no todos los caminos conducen a Roma.
Soy de la firme convicción de que cada cual es arquitecto de su propio destino. De que cada día tomamos o dejamos de tomar decisiones, que nos han llevado al lugar exacto donde estamos actualmente. Y en cuanto a lugar me refiero a la situación geográfica, física y emocional en que nos encontramos.
Ciertamente, al llegar a este mundo todos afrontamos circunstancias, que en muchos casos no son las idóneas. Y a muchos nos ha tocado lidiar con situaciones que a simple vista pudieran parecer menos favorecedoras que otras.
¿Quién no se ha comparado con los chicos ricos que heredan fortunas y viven con todas las comodidades? Y he de confesar, que en lo que a mí respecta, en mis años mozos, me ha parecido absurdo el enorme esfuerzo que tenemos que hacer aquellos que venimos de extractos sociales menos afortunados, para poder progresar.
Hubo momentos en los que me sentí estancada y pensé que no iba a salir adelante. Y me desesperé y lloré y me sentí derrotada.
Pero fue justamente en esos momentos en los que toqué fondo, cuando vi mi vida en retrospectiva y determiné los errores que había cometido, y decidí no repetirlos.
Y fue justamente esa oscuridad más intensa la que me permitió ver la luz después del túnel.
No fue mágico, no fue inmediato y requirió mucho esfuerzo. Pero, poco a poco las cosas fueron mejorando.
Muchos nos dejamos llevar por los paradigmas que encontramos en nuestro contexto de vida. Y yo soy del sentir que, aquellos que rompen esquemas y logran salir adelante con su propio esfuerzo tienen más meritos que aquellos a los que todo les fue dado.
Justamente ayer conversaba con una de mis amigas que se quejaba porque alguien conocido le comentaba con cierto dejo despectivo que ella era rica. Indignada, mi amiga, me comentaba todo el esfuerzo que había hecho para salir adelante. El modo en que pasó por trabajos poco deseables y jefes odiosos, hasta que finalmente se pudo independizar y tener su propio negocio.
Y nos morimos de la risa, porque en el intercambio de ideas hizo alusión a un refrán que se ve mucho en los vehículos de transporte público en mi país. El refrán reza: “Si me tienes envidia, trabaja como yo”.
Es fácil adjudicarle a la suerte los logros de los demás, ante la impaciencia de querer tomar los frutos antes de haber sembrado. Un mal que está muy generalizado en la juventud actual.
Pero hasta el simple hecho de mantener una fortuna heredada tiene sus méritos en sí mismo.
Podría citar miles de casos de personas que lograron acuñar fortunas que muchos ni siquiera soñamos alcanzar y que fueron incapaces, no sólo de heredarlas a sus seres queridos, si no de mantenerlas para sí mismos. Las destruyeron en cuestión de pocos años.
E increíblemente la mayoría de esas situaciones se dan en los casos de gente que hizo dinero rápido con la música, los deportes o ganando la lotería.
Quien no sabe a dónde va, llegará a cualquier parte. Por lo que yo prefiero hacer mi propia ruta y no seguir la que otro haya trazado.
Así que les invito a diseñar su mapa, determinar que quiere e ir por ello consistente y firmemente.
Este es un principio tan fuerte, que les advierto deben tener cuidado con lo que desean. Porque ciertamente lo pueden lograr.
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