De inmigrante a ciudadana digital
Si has sentido que el mundo digital es abrumador, requiere de mucho esfuerzo y demanda ser experto en tecnología, no eres la única.
Yo también me he sentido confundida y drenada al enfrentarme al reto de generar contenido para redes sociales, hacer publicidad online, crear productos, y muchas otras tareas que conlleva tener un negocio digital exitoso.
Te confieso, que la transición a las plataformas online de mi negocio offline, Stimulos Group, se vio afectada por mi resistencia al cambio.
Sí, tenía redes sociales. Sí, generaba contenido. Pero lo concerniente al trabajo profundo que conlleva tener una plataforma robusta, a eso le huía.
Estaba cómoda.
Mi negocio principal, que se basaba en las ejecuciones BTL (below the line, aunque ya no existen líneas a mi entender), tales como activaciones en puntos de venta, eventos corporativos, relaciones públicas, etc., todavía estaban en plena ebullición. Especialmente con los clientes internacionales con los que trabajamos, los cuales requieren un mayor apoyo, ya que muchos de ellos ni siquiera tienen representación local.
Sí, me dormí en mis laureles. Tengo que confesar. Pero también tenía miedo.
Me imaginaba «entregando» mi negocio, la relación de décadas años con clientes a los que había servido con mucho esfuerzo. Y me aterraba adentrarme a un mundo desconocido para mí.
Esperé mucho, a pesar de que recuerdo que la primera vez que me vi expuesta a esto del «mundo digital» fue hace más de 15 años, cuando asistí al entrenamiento con un experto argentino que en ese momento nos explicó que en su país ya existían agencias 100% digitales.
¿Pero, cómo se cobra eso?
Pero, los clientes se resisten a invertir o invierten muy poco a las plataformas que en ese momento se reducían a Facebook y Twitter, y quizás un par mas que no me llegan a la memoria en este momento.
Para hacer la historia larga corta, la realidad comenzó a pegarnos, y eso fue aún más contundente cuando el cliente que representaba nuestro 80% de ingresos, luego de 12 años de relación comercial y de una revolución interna que sufrió, movió sus operaciones y canceló el contrato que representaba el ingreso fijo que mantenía nuestra empresa.
¿Sabes lo que hice?
Adivina.
No, no fue accionar de inmediato, ni implementar un plan de acción que ya había creado para este tipo de contingencia.
No.
Nada de eso.
Lo que hice fue…
Me obnubilé.
Me di ese lujo.
¿Puedes creerlo?
Por casi un año, y gracias a la fuerte estructura que había construido y lo robusta que estaba la empresa económicamente, me encerré en un duelo en el que hacíamos poco o casi nada.
Apenas iba a la oficina.
Estaba triste todo el tiempo.
Y cual ilusa suspiraba con la idea de que ese cliente volviera o que otro con similar brazo económico entrara a sustituirlo.
Antes de que me crucifiques, déjame decirte que no fue que no hice nada. De hecho, veníamos haciendo algunas cosas para tratar de subsanar la situación.
Y tuvimos algunos éxitos.
Pero no fueron suficientes.
Ya había reducido la nómina, un pequeño despertar dentro de todo este limbo en el que me encontraba, en el que me di cuenta de que en lugar de tener un negocio me había convertido en una fábrica de empleos.
Fue entonces cuando renunció mi mano derecha, alrededor de un año luego de que perdimos a ese importante cliente, ni te cuento lo que eso representó para mí. Como andaba en la versión de víctima, a pesar de que me alegraba su crecimiento profesional, y sabía que había alcanzado un techo en mi empresa, me dio durísimo. Es que no te lo puedo decir más lindo. Es la mera verdad.
Bueno, de ahí en adelante, ha sido un proceso en el cual terminé vendiendo el edificio que para mí representaba el monumento al logo de grandes metas y la insignia que premiaba mi gran esfuerzo de año, pues toma en cuenta que comencé en una habitación de mi casa en 2007. Es mucho lo que ha llovido.
Sin embargo, no fue hasta ese entonces cuando se realizó la verdadera transformación digital de mi negocio.
No me malentiendas. Ya manejaba redes sociales. Pero mi empresa en verdad no estaba digitalizada.
Te cuento que ha sido un antes y un después. Y aunque el proceso fue doloroso (en gran parte innecesario, por mi resistencia), ha rendido sus frutos.
Y en este proceso de convertirme de inmigrante a ciudadana digital, me di cuenta que mi marca personal ha sido un pilar en mi trayectoria como empresaria.
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